Él era capaz de mostrarme nuevos mundos, de descubrir realidades veladas a los ojos de otros, podía darme el mundo, su mundo, con sólo una sonrisa. ¿Qué amaba de él? Amaba todo y nada a la vez, sus ojos, sus labios, su cuerpo, su cabello, su picardía infantil, su independencia, su necesidad, su alegría, su pasión, su dolor. Su ausencia.