Lloré. Lloré por Tomás, por Teresa, por Sabina, por Franz, por la corneja. Lloré porque me di cuenta de que todos y cada uno de ellos tienen algo de mi y a de igual forma yo tengo algo de ellos.
Lloré porque me di cuenta de que lo que siempre me ha preocupado es eso: La insoportable levedad del ser.
Ahora que lo sé, buscaré algo de peso.